Vistas de página en total

domingo, 13 de febrero de 2011

Enseñar lengua, más difícil de lo que parece

El aprendizaje de la lengua y el buen desempeño de los niños y adolescentes en lectura y escritura no sólo dependen de la manera en que los maestros dictan sus clases de Lengua. La alimentación, el ejercicio que se realiza, el afecto, el estrés, la salud y el medio social, las representaciones que el docente tiene de su labor lingüística, la disponibilidad de palabras en la memoria, la conciencia de la posesión del lenguaje, son imprescindibles en los procesos cognitivos.
Investigaciones publicadas en el libro Salud y aprendizajes lingüísticos. Complejidades en la enseñanza de la lengua , revelan la estrecha vinculación entre la salud y la comprensión lectora. Se trata de un estudio dirigido por Magdalena Viramonte de Ávalos, de la que participaron 43 investigadores de tres facultades de la Universidad Nacional de Córdoba (Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Odontología y Lenguas), la Universidad Nacional de Río Cuarto, la Universidad Blas Pascal y el Cedilij (Centro de Difusión e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil), en el marco del Programa Pictor, implementado por la Secretaría de Promoción Científica del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Córdoba.
El trabajo revela que el desarrollo del lenguaje es un proceso muy complejo que no puede reducirse a una asignatura escolar, y que el compromiso cognitivo que se requiere depende de múltiples cuestiones, entre ellas, la nutrición y el ambiente. Para abordar esa complejidad, tres equipos de investigación trabajaron en conjunto.
Viramonte explica que si bien los resultados no pueden generalizarse, pues se trata de un estudio acotado, abren un campo amplio para futuras investigaciones.
Uno de los equipos de investigación se abocó, entre 2006 y 2010, al vínculo que existe entre la salud y la comprensión lectora en dos escuelas de la ciudad de Córdoba: la primaria Primer Teniente Avila y el Ipem 41 Jorge Luis Borges, de barrio Parque República. El estudio, a cargo de Miriam Carranza, se ocupó del estado de salud de 308 estudiantes de entre 6 y 20 años. Los resultados fueron contrastados con los puntajes obtenidos en lecto-comprensión.

Golosinas y gaseosas. 
La investigación se concentró en el sistema estomatognático, formado por los órganos y tejidos que permiten comer, masticar, hablar, sonreír, bostezar, respirar, besar y deglutir. Para ello se analizó el estado de salud general y bucodental de un grupo de estudiantes, los hábitos de alimentación, las situaciones que pueden provocar estrés. También se realizaron encuestas sobre estilo de vida.
Por un lado, se analizó cómo respondían los niños cuando eran sometidos a experiencias estresantes y, por otro, cómo incidía el consumo de golosinas y gaseosas en la salud y el rendimiento en lectura comprensiva.
Los niños de los últimos grados de la primaria que manifestaban elevados índices de estrés tenían escaso rendimiento y los alumnos de cuarto grado que manifestaban bajos niveles de ansiedad tenían buen desempeño intelectual. Sin embargo, estos últimos consumían en exceso alimentos con carbohidratos y presentaban una deficiente salud bucal.
En las escuelas urbanas que participaron de la muestra se detectó crecimiento y desarrollo normal, aunque se presentaron casos de sobrepeso, descuido en la salud bucal y anomalías al cerrar la boca. Los niños y niñas admitieron un gran consumo de golosinas y gaseosas, y poca actividad física.
Por otra parte, otras investigaciones abordaron cuestiones relacionadas con la didáctica de la lengua y las prácticas discursivas en la escuela secundaria.